¡Elijo vivir!
Mi consumo inició con tabaco y alcohol a la edad de 14 años. Un año después, por curiosidad, probé la marihuana en compañía de unos amigos. Fue hasta los 17 años cuando consumí por primera vez la cocaína junto con el LSD.
En su momento para mí no era algo que afectara mi vida, incluso llegué a plasmarme una política de consumir una vez al mes, lo cual se hizo costumbre. Tiempo después, a los 27 años, incrementó a 3 ó 4 días seguidos, tomaba un pequeño descanso y volvía. Por cuestiones económicas fue después de un año cuando probé el crack. Era mucho más barato y sus efectos se caracterizaban por ser más puros. Los primeros meses fueron de 2 ó 3 consumos semanales pero con el tiempo fueron aumentando hasta llegar a generarse una necesidad de uso diario. Caí en cuenta de mi adicción cuando comencé a robar, empeñar y vender cosas, incluso las cosas de mi mamá.
La droga que más me afectó fue el crack. Me dañó física, mental y emocionalmente; incluso, aún viendo lo que me generaba, no paraba de consumir, mi cuerpo me lo pedía. Llegué a pesar 54 kilos, no tenía apetito, no conciliaba el sueño, de alguna manera seguía siendo funcional en mi trabajo. Pero llegó el día en el que necesitaba la droga para funcionar. No solía ser una persona de alto consumo de alcohol pero con el tiempo aumentó, lo cual generó que entrara en un estado de depresión, y por eso volvió mi hábito de auto-lesionarme.
De ser una persona muy pasiva, llegué a ser agresivo e indiferente. Noté que todo mi día giraba alrededor de mi consumo. Mi necesidad se basó en el sentir un ligero zumbido en mis oídos, ahí yo sabia que había llegado a mi efecto máximo. Con el tiempo supe que eran pequeñas sobredosis de las drogas las cuales generaban esos efectos.
Llegué a generar paranoia, mientras estaba en mi cuarto sostenía la manija durante mucho tiempo con la creencia de que alguien vendría por mi o que me escuchaban. Las sombras bailaban, veía gente caminando por el techo, eran las 4 de la mañana y escuchaba gritos a mis alrededores. Todo esto me hacía salir corriendo de mi cuarto. Una vez que veía que no era nadie, me tranquilizaba pero más tarde volvían. Sólo me quedaba quedarme quieto escuchando latir mi corazón.
Hubo muchos comentarios de gente que me rodeaba que llegaron a convencerme que tenía problemas. Incluso de mi mamá a la cual se le generaron muchas inseguridades respecto a mi persona. Estoy seguro que ella lo sabía, pero no quería aceptarlo. Seguía haciendo preguntas sobre mi consumo con la finalidad de que yo admitiera que tenía un problema.
Fue a los 6 meses de comenzar mi consumo de crack cuando comenzaron esos comentarios y se hizo notar la falta de objetos valiosos en mi casa. Pasaron 3 meses para que yo pudiera aceptar que realmente tenía un problema. Llamé a un amigo para que me ayudara. Para tranquilidad de mi mamá sólo le dije que buscaba cierto tipo de ayuda y pedí su apoyo para continuar con esto.
Pasados dos meses tomé la firme decisión de buscar ayuda profesional. Un amigo que estaba ayudándome a mediar la relación con mi mamá me recomendó el programa Narconon. Hubo otro amigo que estuvo involucrado en ayudarme, dándome alojamiento en su casa, cuidando que no consumiera y alimentándome sanamente.
Gracias a ellos tuve la manera de saldar deudas económicas y recuperar objetos valiosos. Poco a poco reconstruí la confianza de mi mamá, entendí los tiempos difíciles que la hice pasar, el motivo de sus comentarios. Supongo que su impotencia era tanta que ya no encontraba cómo reaccionar ante mis conductas.
Comencé a reconectarme con personas de mi pasado las cuales se sentían orgullosas de mí y de las decisiones que había tomado. Eso me motivó y me dio fuerza para querer seguir adelante.
Mi madre y mi hermano me acompañaron a conocer el centro. Estando ahí la bienvenida del personal me ayudó a generar confianza, me gustaron las instalaciones y me convencí aún más de querer quedarme.
Ingresé antes de lo esperado. Desde el inicio se notó la dedicación del personal: la paciencia, la comprensión y sobre todo el compromiso. El trato es único, me sentí ser humano, no me sentí juzgado.
Mi experiencia fue enriquecedora e iluminadora. Tuve la ventaja de desarrollar mi espiritualidad, de volver a conectarme conmigo mismo y con el mundo. Quité pendientes, preocupaciones y todo lo que me limitaba con la finalidad de enfocarme en mí y en el programa.
Tomé tiempo para todo, incluso volví a mi hábito de lectura, al ejercicio. Me gustaba llevar mi cuerpo al límite y eso lo complementé con buena alimentación. Siento que desde el día cero ya le estaba echándole ganas.
Comencé a notar cambios en mí: recuperé mi energía, recobré rápidamente masa muscular, recuperé mi apariencia física, mejoró mi disciplina. En pocas palabras, tenía un plan trazado e iba con todo a realizarlo.
Aprender Destrezas para la Vida me ayudó a modificar muchos aspectos de mi persona, pensamientos que aún seguían martirizándome pasaron a ser sólo memorias, para así poder enfocarme en mejores cosas.
"Ahora mis relaciones son muy diferentes, mi familia comenta que recuperaron a esa persona amorosa y cariñosa de antes".
Ahora mis relaciones son muy diferentes, mi familia comenta que recuperaron a esa persona amorosa y cariñosa de antes. Mencionan mis amigos que regresó la luz a mis ojos, el brillo a mi rostro y la sonrisa que tanto me caracterizaba. Tengo un circulo de apoyo increíble el cual nunca me dejó y les agradezco por eso.
Me di cuenta que no podemos predecir el futuro, solo nos basamos en la experiencia. Entonces, yo tengo que forjar mi propio camino. Eso me dio poder y me motivó a terminar el programa. Agradezco a cada persona que estuvo en mi proceso, definitivamente no pude haberlo hecho solo.
Después de un momento de pensar y reflexionar, decidí que mis prioridades cambiarían, que mi enfoque sería distinto. Ya no tengo intención de que el consumo me lleve a perder acontecimientos importantes.
Sólo me queda decirle a mi madre que la amo y que jamás dejaré de agradecerle todo el apoyo que me ha dado.
Diego P. Graduado de Narconon Latinoamerica.