De la curiosidad al infierno

Por curiosidad probé la marihuana y mi mundo dio un giro. De un mundo color de rosa en casa y en familia, de pronto estaba viviendo mi peor pesadilla. Sólo soportable aquel infierno con los efectos de la cocaína y heroína, sin ver que estaba destruyendo mi vida.
Graduada de la programa

Yo vivía en la Ciudad de México y me fui a San Diego, California para realizar mis estudios de preparatoria. Solía ser una chica sana que no fumaba ni tomaba. La mayoría de mis amigos fumaban marihuana, siempre me insistían en que la probara y siempre rechazaba tal ofrecimiento.

Un día en una fiesta, no resistí más y la probé, sólo me relajó y me quedé dormida. Al día siguiente, llamé por teléfono a mi mamá para contarle. Ella se enojó mucho, tomó el primero vuelo para irme a buscar y regresé a México.

A los pocos meses, me entró la curiosidad de volver a fumar marihuana. Me empecé a enganchar. El dealer estaba muy lejos de mi casa, así que decidí ir a buscar marihuana a una zona más cercana. Al poco tiempo, este nuevo dealer me regaló una bolsita que contenía cocaína para que la probara. Le indiqué que no sabía cómo consumirla y me invitó a una fiesta esa noche para enseñarme.

Era un lugar nuevo para mí, la zona no era linda y todos los presentes era gente ajena y con realidades muy distintas a las que yo siempre había conocido. Me percaté de que el principal motivo de reunión era el consumo de todo tipo de drogas. Una vez instalada y con algunas copas de más, me enseñaron a usar la cocaína.

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A los pocos días regresé por más. En un principio con medio gramo me alcanzaba para unas tres semanas. Sin embargo, empecé a querer más y empecé a consumir un gramo de cocaína por semana y, al poco tiempo, comencé con la piedra.

Cada vez me aislaba más de mi círculo y no me importaba dejar a mis papás en medio de alguna comida o ida al centro comercial. Simplemente decía que iba al baño, salía, tomaba un taxi y me iba al punto de consumo. Hasta que un buen día, al cumplir los 19 años, decidí huir de mi casa y me fui a vivir con el dealer con el cual estaba en pareja en ese momento.

Al llegar a mi nueva casa, me decepcionó mucho y me sentí muy incómoda. Era un cuarto con baño compartido en un barrio muy peligroso de la Ciudad de México. Sin embargo, no me importó aquel panorama pues sentí la libertad total de que ya no tenía a mis papás sobre mí, ni sus reglas, Ahora sí iba a consumir sin parar.

Mis papás me buscaron por largo tiempo, yo no les permití acceso a mi vida, ni en mis redes y cambié de celular. De vez en cuando me comunicaba con mi abuelita para decirle que estaba bien. En todo ese tiempo, lo único bueno que hice fue seguir asistiendo a la escuela.

Al poco tiempo de estar viviendo ahí, se me acabó el dinero y yo jamás había trabajado y en aquel entonces no sabía hacer muchas cosas de provecho. Mi pareja me contactó con uno de sus amigos para que pudiera generar dinero y esta persona me citó en un hotel. Aún no comprendía de que se trataba aquel “trabajo”.

En la cita, me ofreció cualquier cantidad de droga, me explicó que la mercancía era yo y que no tenía muchas opciones para generar dinero y que podía ganar hasta $5,000 pesos por noche. En ese momento, y habiendo consumido una piedra, comprendí que se trataba de prostitución. Por el efecto de la droga accedí. Para ese momento ya no me importaba absolutamente nada, a pesar de que ello significaba comprometer mi integridad.

Comencé sin problema. Sin embargo, tenía momentos en los que pensaba en mis padres y en la linda vida que me habían dado y que yo estaba en un infierno. Cuando le comuniqué eso a mi pareja, me dio heroína y me dijo que así sería más fácil transitar por ese “trabajo”. Así seguí por unos cuantos meses.

“Un día, ya no aguanté más y llamé a mis papás, 
les di mi ubicación y pasaron por mi”.

Un día, ya no aguanté más y le llamé a mis papás, les di mi ubicación y pasaron por mí. En ese momento pensé que ya había tocado fondo. Sin embargo, al llegar a casa, me sentí nuevamente prisionera -sin darme cuenta de que era presa de mí misma- y les pedí a mis papás que me rentaran un departamento pues no quería vivir bajo sus reglas y que si no aceptaban me iría nuevamente. Ellos accedieron y viví cómodamente a una media hora de su casa.

Seguí con ese desenfreno de vida. Tenía todos los bares cerca y ya sabía cómo conseguir dinero. Así pasaron unos cuantos meses más hasta que un día mi papá organizó una celebración familiar en mi departamento al que asistieron mi abuelita, papas, tíos y primos.

Mis primos y yo comenzamos a beber y se me antojó muchísimo drogarme. Fui a mi cuarto para ver qué había y cómo tenía un poquito de todo, lo mezclé. Al poco rato estaba fuera de control y muy agresiva. Le pegué a mi papá y aventé a todo el que se me cruzara en medio. Llegó la policía porque los vecinos escucharon gritos y golpes. Finalmente, mi familia decidió llevarme a un hospital porque se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo.

Ahí fue cunado verdaderamente comprendí que necesitaba ayuda y que no podía hacerlo yo sola. Estaba en un hospital amarrada de pies y manos a una camilla por mi agresividad. En cuanto pude y aún en el hospital, busqué por internet centros de rehabilitación. Vi varias opciones que no me convencieron hasta que apareció Narconon.

Les comenté a mis papás, quienes le dieron gracias a Dios de que buscara esa ayuda y me llevaron al siguiente día. Al llegar a Narconon Latinoamérica ya me estaba arrepintiendo a pesar de que el lugar me había parecido muy bonito y confortable. Gracias a uno de los miembros del personal de Narconon quien me platicó su historia accedí a quedarme.

Fuente Narconon Latino-America

Durante el Programa, me enfrenté a mí misma y pasé a través. Hubo muchos momentos en los que quise desistir. Sin embargo, el personal y mi mamá siempre estuvieron ahí para apoyarme, hasta que un día me di cuenta de lo valioso que era lo que estaba haciendo y de que era mi oportunidad para cambiar mi rumbo y perseguir mis metas y sueños.

Hoy estoy por concluir mis estudios universitarios en nutrición y sueño con trabajar en un hospital ayudando a la gente; sobre todo me interesa el tema de trastornos alimenticios.

Hoy que estoy viviendo en medio de una pandemia y que mi meta de ser nutrióloga está parado por el confinamiento, estoy ayudando a otras personas en Narconon Latinoamérica a pasar a través de las adicciones para que, como yo, el día de mañana, tengan un mundo mejor para ellos y sus familias.

AUTOR
PG

Paola Garabito

A lo largo de 20 años me he desempeñado profesionalmente en cargos Directivos, Gerenciales y Ejecutivos en el sector gubernamental y en la iniciativa privada, en instituciones como el Senado de la República, AstraZeneca e Instituto Mexicano del Seguro Social. Cuento con experiencia a nivel Senior en el ámbito de la consultoría destacando proyectos en materia de Salud, Desarrollo Social, Energía, así como TI y comercio electrónico. Con la Sociedad Civil Organizada he fungido como eje vinculante para la consolidación de alianzas con diversas asociaciones de pacientes, de investigación, en materia de educación y asistencia pública. En el ámbito académico imparto las asignaturas de Análisis del Sistema Político, Políticas Públicas y Teoría Política en la Universidad Anáhuac. Asimismo, formo parte del claustro para la acreditación de exámenes de grado de titulación de Licenciatura en Administración Pública y Gobierno. Mi desarrollo profesional se orienta en la elaboración y negociación de instrumentos legislativos, desarrollo de foros de alto impacto para la sensibilización de los tomadores de decisión, diseño y ejecución de estrategias para el relacionamiento gubernamental, así como diseño y ejecución de estrategias para el posicionamiento de la compañía o institución. Cuento con el grado de Maestría en Políticas Públicas y soy Licenciada en Ciencias Políticas y Administración Pública, ambos estudios por la Universidad Iberoamericana.

NARCONON LATINOAMÉRICA

EDUCACIÓN Y REHABILITACIÓN DE DROGAS